René Gómez Manzano LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - En estos días rememoré la adivinanza de uno de mis compañeros de infortunio durante la primera de las temporadas que he permanecido alojado contra mi voluntad, por cuenta del gobierno comunista. Después diré el porqué de mi recuerdo. El acertijo dice así: Amarilla por fuera, / blanca por dentro, / llena de cruces / la lleva un muerto.
Las alusiones al símbolo cristiano por excelencia y a un hombre que ya no está entre los vivos nos hacen pensar en el Orlando Zapata venezolano, Franklin Brito, fallecido heroicamente en Caracas hace una semana tras una prolongada huelga de hambre en reclamo del respeto de su propiedad.
¡Qué ironía! ¡Que un hombre tenga que ayunar durante meses y llegar hasta la muerte porque los gobernantes han expropiado la modesta finca que heredó de sus ancestros! ¡Y todo porque ellos se consideran conocedores de supuestas recetas para la felicidad universal que pasan, precisamente, por el despojo y el desconocimiento de los derechos de sus ciudadanos, y además, por el racionamiento de alimentos!
En su obra maestra, El siglo de las luces, Alejo Carpentier sitúa a Esteban, el protagonista, en la Guayana Holandesa, visitando la consulta de un médico en la que coincide con un grupo de esclavos que deben sufrir la amputación de una pierna como castigo por un intento de fuga.
El autor comenta con cruel ironía: “Y como la sentencia había de ejecutarse limpiamente, de modo científico, sin usarse de procedimientos arcaicos, propios de épocas bárbaras, que provocaban excesivos sufrimientos o ponían en peligro la vida del culpable, los nueve esclavos eran traídos al mejor cirujano de Paramaribo para que procediera, sierra en mano, a lo dispuesto por el tribunal”.
Recordé este pasaje porque ahora el teniente coronel Chávez ha anunciado que un sistema de racionamiento se establecerá próximamente también en Venezuela. Con lo cual se demuestra una vez más que el “socialismo del siglo XXI” es parecidísimo al de la centuria anterior. Una cortesana vieja con colorete.
Pero ya no se empleará el método primitivo de la “libreta de abastecimientos” cubana, una cartilla en la cual los vendedores, siempre los mismos, hacen sus anotaciones a mano. En la patria del Libertador, aplicando las técnicas más modernas, se implantará una tarjeta electrónica, de la cual se descontará lo que el usuario compre en las tiendas.
O sea: la ciencia puesta al servicio de la dificilísima tarea de repartir la miseria. Salvando las distancias, algo así como las amputaciones perpetradas por el especialista holandés.
No obstante, en las tierras socialistas no se renuncia al eufemismo. Si en la Cuba castrista llaman “libreta de abastecimientos” a la cartilla de racionamiento, al documento que coarta al ciudadano, lo restringe, lo obliga a sólo consumir tres cuando desea comprar diez, en la Venezuela chavista han llegado al colmo del descaro, al bautizar el nuevo invento como “cédula del buen vivir”. ¡Menuda buena vida les espera a los venezolanos de la mano de Hugo Chávez!
Y ahora retorno a la adivinanza de mi compañero de cárcel, que esta nueva ocurrencia “bolivariana” me hizo recordar: Amarilla por fuera, / blanca por dentro, / llena de cruces / la lleva un muerto. ¿La respuesta? La libreta de abastecimiento cubana, que tiene una carátula amarilla, hojas blancas en las que la adquisición de algunos productos se marca con una cruz, y que carga siempre con él un muerto de hambre.
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