Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión
LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - A pesar de las actividades económicas autorizadas por el gobierno, el control sobre la economía continúa en manos de la burocracia. Esto lo constaté al examinar las regulaciones, disposiciones y reglamentos que maniatan a los individuos que decidan lanzarse a ejercer oficios por cuenta propia.
También observé que los trabajadores que se incorporen a estas actividades ahora permitidas, no cuentan con ningún mecanismo u organización que los defienda y proteja. ¿Cuántas asociaciones de choferes existen? ¿Qué gremios ampararán a estos nuevos trabajadores que intentarán ganarse la vida por su cuenta? ¿En realidad, ha defendido alguna vez a un trabajador la Central de Trabajadores de Cuba? No, nunca.
Estas son sólo algunas de las preguntas y temores que atormentan a los nuevos desempleados. A muy pocos engañan a estas alturas las galimatías gubernamentales para disfrazar la realidad y seguir dando a los cubanos gato por liebre. Los cesanteados no son “disponibles”, como eufemísticamente los llaman nuestros funcionarios, son simplemente desempleados, vocablo enmascarado y prohibido durante décadas de fantasía de “pleno empleo”, que ahora resurge vigoroso, como un fantasma.
En la calle no se habla de otra cosa, con ese desenfado que tenemos los cubanos a la hora de comentar lo que nos preocupa. En lugar de preocuparse por el cacareado invierno nuclear que vaticina el dictador para el planeta, los cubanos se preocupan por el leve invierno tropical que se nos avecina y que será duro, sin trabajo, con más violencia, más robos y más hambre. ¿De dónde saldrá el dinero para sobrevivir?
-Diciembre va a ser un mes duro, porque habrá mucha gente sin comida y el hambre es mala consejera –escuché decir a un joven que viajaba en un ómnibus a mi lado.
Para que mejore la situación, el gobierno deberá eliminar muchas políticas que impiden el verdadero desarrollo de la actividad económica privada y fomentar un mejor clima social.
Los cubanos dudan, están cansados de dar tumbos y no lograr nada, de haber sido engañados tantas veces durante cincuenta años. Quieren verdadero respeto al individuo y sus derechos, económicos y sociales. No ser tratados como productos del régimen, no deber fidelidad a ninguna ideología, ni al gobierno. Ser libres para crear asociaciones, gremios, agrupaciones con intereses afines, entidades e instituciones que generen una verdadera sociedad civil, que no dependa del gobierno.
No son necesarios más partidos, ni movimientos, ni clubes políticos, ni “organizaciones de masas”. Nuestra gente está tan harta de consignas y política que quizás un grupo de jugadores de ajedrez, o una asociación de costureros, modistas o peluqueros, les resulte más atractiva que un partido que se proclame defensor de los derechos humanos.
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