Odelín Alfonso Torna (PD)
LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.net) - El centro de La Habana es un mar de gente y los almendrones de alquiler (autos americanos de los años 50 y 60 del pasado siglo) no dan abasto para la cantidad de personas que se mueven diariamente. Sobre la urbe y sus comercios, campo de operaciones para los “busca vidas”, los caza almendrones ganan terreno dentro de las filas de desempleados. ¿Quiénes son?
En ese mismo escenario donde hay cabida para proxenetas, jineteros, guías turísticos improvisados, limosneros, vendedores, estafadores y todo tipo de indigencia simulada o mal habida, fui testigo el sábado 21 de agosto de un hecho deprimente. Dos ancianos ebrios se disputaban un tramo de acera en el Parque Central, con el fin de pregonar itinerarios y ganar algo de dinero, justo donde descargan pasajeros los choferes de alquiler que arriban desde los municipios capitalinos La Lisa, 10 de octubre y Arroyo Naranjo.
Uno de los ancianos, un moreno delgado de mal aspecto, a quien le faltaban cuatro de los cinco dedos de la mano derecha, decía tener autorización del gobierno para operar. Cantaba deliberadamente el itinerario del auto recién llegado: “Arriba, cuatro pá La Lisa que se va”, repetía una y otra vez.
Completada la capacidad del almendrón, recibía del chofer cinco pesos en moneda nacional.
Su compañero y competidor, con menos suerte en el negocio, trataba de no rebasar el perímetro pactado por temor a una refriega. Entretanto, los carros de alquiler llegaban al lugar y el alcohol laceraba los lazos de camaradería entre los dos ancianos, un grupo formado por tres jóvenes quería hacerse del negocio.
Los ánimos se caldearon. Entre gesticulaciones y palabras obscenas, todos querían ser “expedidores de piqueras” y agenciarse las propinas.
-¿A dónde vamos a parar? –se preguntó una señora. En ese instante abandoné la escena, no sin antes tomar algunas fotos.
Los cazadores no surgieron de ahora para ahorita. Desde que colapsaron el campo socialista europeo y la URSS, el Estado autorizó las licencias operativas para autos de alquiler. Estos personajes aparecieron en diferentes puntos de la isla, sobre todo en lugares de mucho flujo comercial (cabeceras de municipios y provincias). Es una actividad clandestina, y digamos que hasta cierto punto tolerada por el gobierno, por estar generalmente en manos de personas no hábiles para el trabajo físico o intelectual, desprovistas o no de un seguro social.
El cazador de almendrones es alguien totalmente identificable, figura clave entre los transeúntes de La Palma, la terminal El Lido, la rotonda del municipio Playa, el Parque Central o La Virgen del camino. De ellos nos servimos porque su credencial es el pregón de un destino o la puerta del auto que se nos abre y cierra con amabilidad. Para los choferes de alquiler es el orden, el turno de salida, el pasaje seguro o el aviso de que algún inspector atravesado ande merodeando la zona.
No es difícil vislumbrar el itinerario de la revolución cubana, ahora que el transporte público va en picada, las plantillas se desinflan y el banco monetario en poder de la geriatría revolucionaria prioriza sus problemas de liquidez. La pelea se pone dura, al punto que los cazadores habituales de almendrones peligran en el puesto; y no será el gobierno quien los acorrale hasta desistir.
No tengo idea de cómo terminó aquel incidente entre los expedidores de autos de alquiler en el Parque Central. El moreno y su camarada, poseídos por una rara poción de alcohol en una caneca plástica, perdían el control de los autos. Los jóvenes cautelosos tomaban posición. Es posible que la policía, como en otras ocasiones, haya dispersado la zona. No importa, mañana será otro día para entrar en acción.
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