José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - Se diría que el arroz y los frijoles, cómplices históricos para matarle el hambre a los cubanos, juraron un pacto como el de los matrimonios: juntos en las malas como en las buenas. Ahora están en las malas. Primero, desapareció el arroz en las tarimas del mercado liberado. Luego, le han seguido los fieles frijoles. No en balde ambos alinean en la lista de productos del agro cuyas cosechas disminuyeron este año con respecto al anterior, cuando ya eran notablemente bajas.
En general, parece que donde único aumenta la producción agrícola de Cuba es en las pantallas de la televisión. Mientras que en el surco, los tubérculos, leguminosas, cereales, hortalizas y otros productos básicos continúan en picada.
Por más entregas de tierras a particulares que digan haber hecho, y por más congresos en los que dirigentes campesinos enarbolen la consigna de que sí se puede, algo que seguramente es cierto, sólo que para que sí se pueda les haría falta intentarlo desde nuevos sistemas organizativos y con otros estímulos.
La cuestión es que de momento no hay arroz ni frijoles en los agro-mercados de La Habana, a la vez que una aplastante mayoría de los habaneros sigue considerando que si en sus ya menguadas comidas diarias no hay arroz y frijoles, o uno de los dos cuando menos, se sienten como si no hubiesen comido.
En tanto, los robots repetidores de la prensa oficialista no se cansan de dar la lata con el tema de la sustitución de importaciones, lo cual es un indicador muy claro de que no hay dinero para curar esa endemia revolucionaria que es la escasez de todo, pero particularmente de las meras cosechas de nuestro suelo.
A propósito, tengo una duda: ¿será que de tanto revolucionar las cosas, el arroz y los frijoles ya no cuentan como productos de la tierra sino como exotismos de importación, mientras que la pizza y el espagueti (mucho menos escasos en La Habana) constituyen hoy los principales renglones de la agricultura nacional?
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