Jorge Olivera Castillo, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - Esteban Morales está pagando su franqueza. De nada valió su notable pedigrí académico, ni la reiteración de que sigue siendo un revolucionario cabal.
Su reciente expulsión de las filas del partido comunista por escribir un artículo publicado en Internet sobre el peligro que representa para la seguridad nacional de Cuba la corrupción que existen en los diversos estamentos del poder, parece ser una decisión irrevocable.
Ha decidido tramitar un recurso de apelación frente a lo que considera un fallo injusto y una medida de fuerza, con el ánimo de enviar un mensaje a otros intelectuales de similares criterios para que no se atrevan a censurar públicamente un fenómeno de carácter crónico, y con suficientes características para juzgarlo como un hábito enraizado en el país.
¿Presumió Esteban Morales que sería estigmatizado después de sus alusiones críticas? ¿Por qué ahora, si la corrupción ha existido siempre, sobre todo a partir de la década del 90 del siglo XX, como un asunto de escandalosas connotaciones, y que tuvo y tiene entre sus principales protagonistas a figuras políticas importantes, cercanas al núcleo más encumbrado del poder?
Entre las probables respuestas, habría que pensar en una premeditada anticipación con la finalidad de poner en perspectiva un discurso racional que señale, sin rodeos, uno de los motivos fundamentales de la debacle del sistema.
Junto a la corrupción que plantea Morales, vienen asociadas palabras tales como, burocracia, apatía, escasez crónica, arbitraria distribución de los recursos, pérdida del sentido de pertenencia, y sobre todo, se clarifica la derrota de un proyecto que desde un inicio proclamó la igualdad social, el sacrificio revolucionario y la estabilidad económica sin dependencias foráneas como premisas a cumplir y exportar a otras naciones.
No es del todo descartable la posibilidad de que sea una especie de portavoz de un grupo de académicos, políticos e intelectuales preocupados por el estado actual del país y con el temor de que a partir de la acumulación de cifras adversas sin un programa objetivo, gradual y sostenido de rectificaciones, ocurra una fractura social de incalculables consecuencias.
No creo que Esteban Morales sea restituido en las filas del partido comunista. Para esto tendría que retractarse, ser más cauto a la hora de exponer en público sus puntos de vista o bajar el perfil hasta acercarse al silencio.
No obstante, es difícil creer que dio tal paso sin respaldo alguno. De hecho cuenta, dentro de Cuba, con defensores de ideas afines a las que él plasmó en el texto que desató la discordia. Son personas autodenominadas revolucionarias y que quieren salvar el socialismo. Sus artículos se publican en formato digital con la tolerancia del gobierno.
Una cadena de actitudes como la de Morales pudiera desencadenar una serie de acontecimientos paralelos que irían contra el deseo de mantener a Cuba bajo el estigma dictatorial.
Atreverse a confirmar que el renombrado politólogo continuará tirándole dardos al problema de la corrupción con la misma energía, es demasiado arriesgado. Ese socialismo que él jura amar de corazón, puede aplastarlo en minutos. Nunca le faltarían voluntad y prepotencia para hacerlo.
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