José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - La razón por la cual a los cubanos de a pie no les escandaliza el nepotismo practicado desde siempre y a nivel general por nuestros caciques, también puede radicar en el detalle de que este vicio es apenas una rayita más sobre el lomo del tigre rugidor que representa el conjunto de los privilegios que ostenta aquí el poder.
Verdaderamente, nadie tendría por qué esperar que los hijos, esposas, sobrinos y yernos del cacicazgo no sean favorecidos con los mejores empleos y con los cargos más jugosos, si por predestinación hegemónica crecieron dentro de una burbuja que orbita a varios años luz por encima de nuestra vida corriente.
Si habitan en barrios exclusivos, al margen del apagón y la escasez de agua, del camello y el pan agrio de la libreta. Si son los únicos que pueden escoger libremente la carrera que desean estudiar y dónde les dé la gana. Si disponen de una atención médica que ni en sueños ha conocido la gente del pueblo. Y si tienen hasta una capilla especial para ser velados cuando mueren; entonces, ¿qué tiene de raro que sean empleados mediante nepotismo?
Tal vez no lleguen a constituir una clase jay ,porque les falta clase, pero por lo menos conforman una minoría de élite que no sólo vive por encima y de espaldas a la realidad que les rodea, sino que se ha trancado bajo siete llaves, compartiendo sólo con ellos mismos los glamorosos cotos, casándose unos con los otros para prolongar el linaje, y siempre ensimismados en actitud de secta: la secta de los que cortan el bacalao, a la cual, naturalmente, no podemos acceder los comunes mortales, salvo excepciones como las de algunos deportistas e intelectuales destacados que suelen adoptar como mascotas.
Si así fueron siempre y así continúan siendo, ¿por qué tendríamos que otorgarle una connotación especial al modo nepotista en que se reparten las jerarquías?
¿Para qué alarmarnos por ese delito menor si los vemos incurrir a diario en tantos otros que por su magnitud y su escandalosa impunidad trascienden el fenómeno del nepotismo?
Por ejemplo, está el hecho (comprobable a ojos vista) de que ni aun los salarios de sus altos puestos alcanzan para costear los niveles de abundancia y lujo en que viven. Pero nadie sabe, quizá porque no conviene saberlo, quién paga lo que ellos no pueden pagar. A no ser que sea otra de las deudas que se anotan en el hielo.
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